martes, 3 de marzo de 2015

SALIRSE DE UN GRUPO NO RESULTA GRATIS

Si estudiamos los efectos de la composición de los grupos, vemos que además de las características individuales, la saliencia de las mismas para la tarea grupal y las reglas de transformación aditivas o integrativas, hay una estructura muy marcada que se define por una diferenciación y un patrón estable en el tiempo que acaba consolidándose.

Dentro de esa estructura es preciso hablar de estatus, es decir, una consideración mejor o reconocimiento de valía hacia alguien que genera unas expectativas a priori fruto de primeras impresiones y un modelo de dominancia en el que vence el más influyente. Darse cuenta de este fenómeno es el primer paso para evitar que se le faciliten las cosas a alguien sólo por tener un estatus alto. Pero además, hablamos de roles o conductas asociadas a un estatus que se van generando según las participaciones espontáneas de los miembros en el grupo.

Lo más importante es que se asumen unas normas en todo grupo, tanto descriptivas como prescriptivas. Sus funciones le dan sentido, su origen externo o interno suscita más o menos adhesión, y su desviación, y aquí llega la parte más interesante, no sale gratis. Genera lo que se llama "efecto oveja negra", los miembros marginan al "desviado" que no cumple porque sienten vergüenza de su conducta, y como consecuencia lo castigan con acciones que van desde un mal gesto hasta la expulsión.

El grupo puede tener mayor rendimiento que un individuo aislado, pero no implica mayor productividad en relación con los recursos disponibles. Son dos caras de una misma moneda: los grupos favorecen nuestros intereses y nos ayudan a crecer en nuestro proyecto personal, nos regalan un marco de interpretación muy útil para la adaptación al medio y refuerzan nuestra identidad, son un hecho marcado filogenéticamente por su funcionalidad: conseguir determinadas metas y satisfacer necesidades emocionales, en definitiva, los grupos no son un adorno porque tienen por vocación ser eficaces, pero también hay que ser conscientes de que su empeño en establecer una realidad social estable hace que haya decisiones, normas y presiones grupales que influyen de manera mucho más decisiva que los incentivos y los intereses individuales. De hecho, hay fórmulas perversas para presionar a los miembros del grupo hacia el conformismo, teniendo que demostrar cuan leales son al equipo, imposibilitando la creación de pensamiento crítico, convirtiendo a cada miembro del grupo en policía de los compañeros y aparentando un consenso y una cooperación que son sólo una parodia de dichos conceptos.

No cumplir, en algunas ocasiones, sale demasiado caro. Preparar al grupo antes de salirse de él es una opción. El equilibrio será la clave.



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