martes, 10 de marzo de 2015

LA FÓRMULA Y YO

Nunca me he llevado bien con las matemáticas. Craso error para el amante de la psicología. La ciencia se caracteriza por tener un referente en la realidad empírica y encontrar en ella las respuestas, además de operar con herramientas lógico-formales. Si la psicología es una ciencia deberá partir de la elaboración de un modelo, una representación del objeto de estudio que asigna un código a cada resultado observable. Sin embargo, el proceso de registro de información, la medición, está afectada por la incertidumbre y la estadística es la rama de las mates que nos permite hacernos cargo de ella, porque ¿qué es el hombre sino incertidumbre? ¿qué hubiera sido de nosotros sin Stevens y sus escalas de medición?

Llegados a este punto, irrumpe en el panorama de la psicofísica (intensidad estímulo-magnitud sensación) la psicometría, el estudio de la inteligencia por medio del test psicológico, y pretender dar cuenta de la precisión de las puntuaciones no es, en absoluto, trivial. Según la teoría clásica, la puntuación empírica objetiva que obtiene un sujeto en un test siempre será igual a la puntuación verdadera subjetiva más el error aleatorio, que se compensa a la larga, y es independiente de la puntuación verdadera y de otros errores, es decir, X=V+E, que no es más que el hecho de que todo lo que podamos medir, cualquier variable psicológica, es susceptible de errores y por ello el resultado es una aproximación. Ahora bien, la información sobre la variabilidad de los datos que nos regala la varianza estadística y que se mantiene constante es la clave para entender estos datos en términos colectivos y poder generalizarlos a nivel de población, he aquí la ecuación fundamental. Junto a ella, comparamos ambas varianzas (verdadera y empírica) mediante una razón que nos revela la cantidad relativa de verdadera medida que afecta a los datos, es decir, el coeficiente de fiabilidad. Y esto es siempre así, como el amor verdadero.

El paralelismo lo añaden los psicómetras con covarianzas y correlaciones invocando a Pearson y Sperman entre otros genios para conseguir un segundo conjunto de datos exactamente igual o "tau equivalente" (aproximadamente equivalente) con el que poder despejar las dos incógnitas de la citada ecuación. Aunque lo que se lleva en el siglo 21 es hablar de "consistencia interna" o de "análisis factorial" para reconocer que si se disminuyen los ítems de un test se recorta su fiabilidad (siendo así, un examen tipo PIR no dejaría de ser una herejía).

No hace falta ser muy listo para entender la psicometría, el genio puede tener unas capacidades increíbles pero necesita un software, o sea, el esfuerzo de quien pueda tener un 90 de CI. Precisamente porque la psicología es una ciencia merece la pena, las matemáticas la alejan de la palabrería, la magia, o la elucubración, las variables psicológicas y su interpretación tienen así un peso que te deja sin aliento.
Porque las letras griegas alfa, mi, zeta, omega, ro... jamás tuvieron tanto sentido y porque me han acabado gustando las mates.

Para los amantes de la ciencia, véase el alfa de Cronbach:

No hay comentarios:

Publicar un comentario